EL aferre del Astro Rey
Amanecer y atardecer de un domingo más en nuestras vidas. El último domingo de octubre y el último con horario de verano. Dentro de una semana, en el Día de los Muertos, la oscuridad nos cubrirá a esta hora.
El consejo de industriales se reúne en sesión
extraordinaria y por unanimidad votan por Marcos Parra como presidente único
del grupo industrial.
Marcos se casa con Cristina Zambrano y el nuevo
presidente electo acude a su boda. Días antes, Alcira Aravena reaparece e
intenta convencer a Marcos de que rompa su promesa matrimonial y se fugue con
ella. Parra le responde que lo único que puede ofrecerle es un boleto para que
se regrese a Chile y no vuelva nunca más.
Días después de su toma de posesión, el nuevo Presidente
de la República llega a Santa Teresa para inaugurar la Plaza de la Alianza, una
estructura de tubos metálicos colocada al pie de Chipinque. El monumento
simboliza la renacida unión entre el gobierno federal y los industriales.
Ese año, Marcos y Cristina procrean a su primogénita,
Roberta. El nacimiento de la niña es
celebrado con la inauguración de la nueva mansión de la pareja, ubicada en las
alturas de la Sierra Madre.
La residencia es en sí misma un museo donde hay
originales de Picasso y Dalí, huesos de mamuts, espadas medievales y cabezas de
elefantes.
El banquero Jorge Lankish se libra de la cárcel por falta
de pruebas y Marcos Parra se da cuenta que es mejor tenerlo como aliado y
empieza a jugar a la ruleta rusa bursátil invirtiendo en paraísos fiscales.
Por su parte, Eulalio López se ha casado con Marlen, su
restaurante de mariscos abre otras dos sucursales y se asocia con Abraham
Rocha, quien le vende acciones de su canal de televisión y su periódico.
Jesús Blanco ha sido reelecto como alcalde de Santa Teresa, pero hay algo
que huele a podrido en el reino. Un nuevo negocio empezará a germinar en Santa
Teresa a la sombra del gran grupo industrial pero bajo la supervisión de
Eulalio López. Al principio es un movimiento hormiga, casi imperceptible, pero
ha llegado para quedarse. La guerrilla ha sido aniquilada por completo, pero un
nuevo enemigo mejor armado se prepara para tomar su lugar.
El verdadero desafío para Marcos Parra y su imperio está
por comenzar.
El pasado 16 de octubre se cumplieron
27 años del día en que desembarqué en Baja California y los he celebrado haciendo
algo que jamás había hecho. Por estos rumbos he vivido todo tipo de
experiencias y aventuras, pero nunca había visto un amanecer a la orilla de la Presa
Abelardo L. Rodríguez. El Sol irrumpe por la Presa y se guarda en el Pacífico. Los
atardeceres marinos son mi ritual de vida diaria, pero el de hoy es el primer
amanecer frente al agua dulce. Hay muchas formas de iniciar un domingo.
Amanecer crudo es una muy común. Lo atípico es ver la primera luz mientras
caminas por el Parque Esperanto.
Atravesar de punta a punta la ciudad dormida y
sin tráfico, mirar a los últimos noctámbulos como vampiros en fuga, intuir el
presagio del primer rayo asomando por el Este.
Dicen que “quien toma agua de la
Presa, a Tijuana regresa”.
Beber agua de la presa significa
enamorarse de Tijuana, abrazar a esta ciudad y convertirla en nuestro hogar.
Todos en Tijuana hemos bebido
agua de la Presa, pero… ¿ tú has visitado la Presa alguna vez? ¿Has caminado en
sus alrededores? Si no lo habías hecho antes, lo entiendo. Hasta hace unos
cinco años era un muladar, un tiradero de cuerpos, picadero, deshuesadero. Hoy es el mayor parque
de Baja California, el tercero más grande de México. Te recomiendo echar una
caminada por ahí
La Presa Abelardo L. Rodríguez es
todo un hito en la historia de la ingeniería hidráulica en México que empezó a
construirse en 1928 y por casi nueve décadas ha dado de beber a millones de
tijuanenses. Pronto cumplirá cien años.
Nuestra Presa lleva casi un siglo
proveyéndonos el vital líquido, pero hasta poco no era un lugar que los
tijuanenses frecuentáramos de manera recreativa y la realidad es que como
espacio público estuvo desperdiciado durante muchísimos años. Hoy es un oasis.
Así como el entorno de la Presa fue
transformado, yo también lucho por
transformar mis hábitos, por resetear el software neuronal y cambiar unos
cuantos chips. Por fortuna, tengo amigos que hacen esfuerzos por arrastrarme al
lado sano de la vida mientras yo extraigo dosis de voluntad de un profundo
yacimiento oculto y apostar por las infinitas posibilidades de un corazón que
recupera su ritmo.
Al día siguiente los
periódicos dan la noticia del hallazgo de una casa de seguridad en donde
yacía secuestrado Laertes Valdespino, sobrino de Eugenio Villatoro, quien al
momento del rescate fue asesinado por su captora, una guerrillera que murió en
la refriega en donde también cayó el jefe de escoltas Eloy Ragua y dos de sus hombres.
El Ministerio Público Federal intenta fincar cargos
contra Marcos Parra por haber encabezado un operativo sin dar parte a la
autoridad competente. Marcos se atrinchera en la sede del club El Reino,
vigilado por una nutrida escolta de su equipo particular.
Desde ahí llama a todos los jerarcas empresariales socios
de su difunto abuelo. En El Reino se dan
cita Lauro Zambrano, su suegro, zar del cemento; Alberto Parra, su padre, líder
del Partido Acción Nacional; Jesús
Blanco, presidente municipal de Santa Teresa;
Alfredo Romo, dueño de la cigarrera;
Abraham Rocha, zar de los medios
de comunicación; Jorge Lankish, banquero
y dueño de una casa de bolsa; e Hipólito
Villarreal, líder de la Unión de Ganaderos.
Al frente del cónclave, Marcos Parra anuncia la decisión
de del emporio industrial de dejar de pagar impuestos a la Federación, por
considerar que la Presidencia de la República está atrás del asesinato de don
Eugenio. Jesús Blanco, alcalde de Santa Teresa, afirma que el municipio lo
secunda y se proclama territorio autónomo.
Al frente de la Policía Municipal de Santa Teresa y de
los escoltas privados del grupo industrial, Macario Reséndiz blinda los límites
territoriales de Santa Teresa, mientras que Eulalio López trae a un grupo de
agricultores armados de Sinaloa que refuerzan la defensa junto con los
ganaderos de Hipólito Villarreal.
La prensa nacional crucifica a los industriales y el
Presidente de la República pronuncia un discurso en cadena nacional en donde
los llama secesionistas, traidores a la
patria y los declara fuera de la ley.
El Ejército Mexicano sitia Santa Teresa sin abrir fuego y
sin penetrar los límites territoriales
defendidos por la guardia privada que el propio Marcos Parra encabeza,
pero sin permitir la entrada de suministros.
El gobernador Zorrilla intenta sin éxito fungir como mediador, mientras Marcos trata de persuadir a los estados norteños vecinos de unirse a su causa y
proclamar la República del Río Bravo.
La prensa estadounidense empieza a darle seguimiento
puntual al conflicto y mira con simpatía a los separatistas de Santa Teresa que
desafían a un gobierno de tendencias izquierdistas. Calbert Barnett, ranger texano líder del grupo radical Lone
Star Repulic, entra en contacto con Marcos y le ofrece armamento y apoyo
táctico. De igual forma, agentes encubiertos de la CIA llegan a Santa Teresa en
donde sostienen una conversación secreta con Marcos para negociar un eventual
apoyo de los Estados Unidos.
Federico Guerra Bárcenas, cabeza de la Dirección Federal
de Seguridad, intenta negociar con Marcos Parra. Se reúnen una noche en la
cabaña de la Sierra Madre. Federico le garantiza que el Ejército Mexicano no
abrirá fuego en Santa Teresa y que no habrá consecuencias penales para los
implicados en la rebelión.
A cambio le pide firmar un armisticio y reconocer la
autoridad del gobierno federal. Para efectos de asegurar su futuro, le
pide apoyo económico y logístico para un
emergente precandidato presidencial que no cuenta con la bendición de la cargada oficial, pero cuya política
será de pleno apoyo al sector empresarial.
Como gesto de buena voluntad para dejar sellado el pacto,
Guerra Bárcenas ofrece entregarle
encadenado a Marcio de la Rosa, autor material de la muerte de don Eugenio,
para que sea Marcos quien decida su suerte. También le ofrece en charola una
investigación en donde documenta operaciones fraudulentas entre su tío Roberto
Villatoro y el banquero Jorge Lankish.
El pacto se cierra con la entrega de Marcio de la
Rosa, a quien Guerra Bárcenas ha citado
mediante engaños para una supuesta
reunión secreta en donde es aprehendido a traición.
Marcos decide aplicarle la ley fuga al espía cubano. Lo
lleva a un descampado al pie de la Sierra Madre y le da diez segundos para
salir corriendo antes de disparar el primer tiro. Marcio corre en zigzag, se
arroja al suelo y logra esquivar las primeras tres balas pero al cuarto intento
Marcos da en el blanco y el espía cubano se desploma con un tiro en la espalda.
Con las pruebas de la investigación en la mano, Marcos
expone a su tío- abuelo Roberto ante la junta de accionistas y lo acusa de
robar a la compañía. Interpone una denuncia penal y Roberto es aprehendido
junto con su hijo José Roberto.
Como desconfía del gobierno y de la policía, Marcos Parra
inicia su propia investigación apoyado por Eloy Ragua, jefe de seguridad del
corporativo industrial. Enterado de la pesquisa, Marcio de la Rosa se las arregla para hacerle llegar a Marcos Parra un mensaje anónimo en donde revela la dirección de la casa de seguridad en
lo alto de un cerro en la colonia
Independencia, en donde se ocultan Margot y el malherido
Laertes.
Acompañado de Eloy y un comando de diez escoltas, Marcos
llega de madrugada a la casa de seguridad y en total silencio la rodean. Al verse rodeada, Margot toma su
ametralladora y utilizando un librero como trinchera, cubre la habitación en
donde yace Laertes convaleciente.
El comando
derrumba la puerta a patadas y son recibidos por una ráfaga de
metralleta. Atrincherada tras el mueble,
Margot logra a impactar a Eloy Ragua quien cae muerto. Inicia un fuego cruzado. Margot consigue
matar a otro par de escoltas, pero alcanza a recibir un balazo en el hombro.
Malherida, intenta arrastrarse hasta la habitación sin soltar la ametralladora
sin percatarse de Marcos Parra que ha entrado la casa y le apunta con su
pistola. Con el brazo derecho inutilizado por el balazo, Margot intenta
disparar su ametralladora con la zurda, pero Marcos es más rápido y le sorraja un
certero tiro entre ceja y ceja.
Marcos brinca el cuerpo de Margot y empuja la puerta de
la habitación en donde sobre una cama ensangrentada, lo aguarda Laertes pistola en mano.
Los primos cruzan miradas sin dejar de apuntarse. A ambos
les tiembla el pulso y no aciertan a pronunciar palabra.
-¿Qué chingados pasó primo?, pregunta Marcos.
Laertes está malherido y arde en fiebre. Tiembla y parece
estar a punto de derramar lágrimas.
- Ven cabrón, por lo pronto voy a llevarte a un hospital,
dice Marcos.
Sin dejar de temblar, Laertes gira el arma, abre la boca
y se dispara.
Marcos Parra mira su cadáver sin derramar una lágrima.
Mi primer encuentro con Baja
California ha entrado al club de los 27. Toda una vida. Los bebés que nacieron en el mítico 16 de
octubre de 1998 en que pisé por vez primera esta península, están llegando hoy a la edad de Jimmy Hendrix,
Janis Joplin, Jim Morrison, Amy Winehouse y compañía. Que es un soplo la vida,
que 27 años no es nada, diría el Zorzal Criollo y vaya que han sido un soplo
estos 27 añitos.
Viernes 16 de octubre de 1998: salí
de Monterrey al amanecer e hice escalas en Chihuahua y Hermosillo. Era un día
muy claro y lo más fascinante, es que recuerdo a la perfección el momento en
que vi por primera vez en Mar de Cortés desde la ventana del avión. Dejaba atrás
la costa sonorense y sin saberlo estaba cruzando un umbral del que no habría
retorno. Estaba entrando a mi tierra prometida, mi sitio en el mundo, aunque
entonces no pudiera intuirlo. Carol me aguardaba en el aeropuerto y me recibió
con unas flores y un racimo de primeras veces y primeros encuentros con lo que hoy
se llama vida cotidiana. Por primera vez recorrí la carretera Escénica por donde
hoy circulo todas las mañanas del mundo y contemplé al Sol ocultarse tras las
Islas Coronados tal como hice ayer y tal como deseo hacer hoy. Comí mis primeros
tacos de pescado y marlin; descorché mi primera botella del valle ensenadense (la
primera de miles); hice mi primera fila frente la garita de San Ysidro para
consumar mi primer cruce fronterizo y me subí al trolley; me dejé revolcar por mi
primera ola del Pacífico rosaritense (y solo entonces descubrí que este mar es una
hielera) y viví mi primera noche en la Revu; vi por vez primera el Río
Purgatorio en Tijuana y la bola del Cecut; bebí mi primera cerveza en el Sótano
Suizo y me subí en el asiento trasero de una guayina amarilla que iba de
Rosarito a Tijuana. Hoy he vivido más de la mitad de mi vida en esta tierra.
Aquí nació nuestro hijo y aquí compramos nuestra casa. Hace poco Carol y yo
platicábamos sobre lo extraño que resulta enamorarse de un sitio tan suigéneris
como este. Algunos le llamarían adicción al caos, pero en la caósfera hemos
construido un oasis y un nido en donde se vive algo muy parecido a la felicidad.
El verdadero dilema moral para Laertes surge cuando la
guerrilla, por iniciativa de Marcio, planea el secuestro de su abuelo Eugenio
Villatoro, mismo que Margot apoya entusiasmada, pues consideran que el
potencial rescate a cobrar capitalizará al grupo y les permitirá hacerse de
armamento sofisticado y formar nuevas células en otros estados del país
Margot persuade a Laertes de que funja como espía de su
abuelo y les proporcione información sobre sus movimientos. Laertes duda, por
un momento piensa abandonar la guerrilla, pero Margot lo chantajea
emocionalmente y cuestiona la honestidad de sus ideales comunistas. Finalmente
Laertes acepta apoyar en el secuestro de su abuelo, pero exige le garantía de
que respetarán su integridad y no le harán daño.
Ante los rumores
de la presencia de guerrilleros en la ciudad y temeroso al mismo tiempo de que
el gobierno de Echeverría pueda emprender una acción contra los empresarios de
Santa Teresa, Marcos Parra reúne a los mejores escoltas del grupo industrial y
algunos policías de Santa Teresa para formar un comando paramilitar de
autodefensa
Laertes sufre terribles dilemas internos en los días que
preceden al secuestro de su abuelo. La noche anterior está a punto de
prevenirlo y pedirle que no salga de su casa ese día, pero Margot, intuyendo
sus dudas y titubeos, se asegura de que Laertes no salga esa noche de la casa
de seguridad de la célula, valiéndose de chantajes y seducción.
Seis días antes de la fecha planeada para el secuestro,
los empresarios de Santa Teresa festejan eufóricos la noticia del golpe militar
en Chile y el violento derrocamiento de Salvador Allende. Alcira Aravena recibe
una llamada de su padre quien emocionado le narra el bombardeo al Palacio de la
Moneda. Alcira está destrozada, cuelga y jura que nunca más volverá con su
familia, a la que considera cómplice del golpe de estado. Desesperada, pide el
apoyo de Marcos, pero éste no le contesta las llamadas.
El 17 de septiembre por la mañana Eugenio Villatoro sale
de su casa en la colonia Obispado rumbo a la fábrica. Lo acompaña únicamente su
chofer En la calle Quintanar, a bordo de dos camionetas, irrumpe el comando de cinco guerrilleros
encabezado por Marcio y Margot. Laertes observa a una prudente distancia. La
consigna es atrapar vivo a don Eugenio y sacarlo del vehículo sin lastimarlo,
pero Marcio abre fuego contra el empresario y lo mata. Laertes corre hasta el lugar
donde agoniza su abuelo, saca su pistola y trata de disparar contra Marcio,
pero éste, más rápido y mejor entrenado, abre fuego primero y hiere a Laertes
para después darse a la fuga. Margot auxilia al malherido Laertes, lo sube a la
camioneta y se dan a la fuga rumbo a la casa de seguridad donde se ocultan sin
volver a tener noticias de Marcio.
La muerte de Don Eugenio conmociona al país. Marcos Parra jura una cruel venganza y son su
comando paramilitar de autodefensa, sale a la caza de los culpables y se dedica
a interrogar gente. El presidente Echeverría se presenta en el funeral de
Eugenio Villatoro pero es corrido por los empresarios de Santa Teresa. Jamás
perdonará la afrenta. El rompimiento entre el grupo industrial y el presidente
queda sellado esa noche. Marcos Parra asegura que fue Echeverría quien mandó
matar a su abuelo.
En la casa de seguridad, Margot se las arregla para
vendar a Laertes, pero no tiene forma de sacarle la bala que se ha alojado bajo
la clavícula. El joven ha perdido mucha sangre. No hay noticias de Marcio, pero
el comando de Marcos Parra les sigue pista y no tardará en encontrarlos.
Después del funeral, la cúpula del grupo industria se reúne y pactan un golpe
de estado secesionista. Dejarán de pagar impuestos y declararán a Santa Teresa
un territorio independiente.